lunes, 12 de noviembre de 2007

Los Mangles.

La gran mayoría de nosotros hemos escuchado o leído en diversas ocasiones los términos “mangle” o “manglar”, pero quizá no tengamos lo suficientemente claro de qué se trata y en dónde radica la importancia de este tema. Para ilustrar mejor mis palabras, permítanme contarles una anécdota ocurrida a una amiga, Bióloga de profesión, en una de las pláticas sobre educación ambiental que ella imparte, donde cierta persona estaba convencida de que un manglar era una huerta de mangos. Esto sin duda nos puede parecer de lo más gracioso, pero para mi es en realidad algo muy preocupante, más aún si agregamos que dicho evento se desarrolló en el puerto de Acapulco con audiencia netamente local.

Los manglares son en realidad comunidades de árboles de las regiones tropicales y subtropicales del mundo, cuyos individuos se encuentran adaptados para soportar diversos gradientes de salinidad, que va del agua dulce de los ríos y arroyos, hasta niveles de casi tres veces la salinidad del mar. Podemos encontrar manglares en muchos sitios a lo largo de la costa de nuestro Estado, pero las comunidades más representativas se localizan en las márgenes de lagunas costeras tales como las de Apozahualco, Chautengo y Tecomate en la Costa Chica, Tres Palos en Acapulco, y Coyuca, Mitla, Nuxco y Potosí en la Costa Grande. Se conocen como “manglares” debido a que los componentes dominantes en estos ecosistemas son árboles conocidos comúnmente como “mangles”, de la misma manera que las comunidades de palmas se llaman palmares, las de encinos encinares, o las de pastos pastizales.

En nuestro Estado existen cuatro tipos distintos de mangles, que son: rojo, blanco, prieto y botoncillo. Todas estas especies se encuentran listadas en la NOM-059-SEMARNAT-2001 bajo la categoría de “Protección Especial”, además de que su preservación, conservación, aprovechamiento sustentable y restauración se hallan regulados por la NOM-022-SEMARNAT-2003, por lo que la tala y deterioro de su hábitat constituyen un grave delito. En lo que sigue de estas líneas intentaré describir de manera breve algunas características relevantes de cada uno de los mangles señalados.

El mangle rojo, también conocido como candelilla, cuyo nombre científico es Rhizophora mangle, sin temor a equivocarme es la especie más conocida de todas las que habitan los manglares. Se trata de un árbol que puede rebasar los 15 m de altura, inconfundible por sus largas y vistosas raíces en forma de zancos que lo mantienen fuertemente asido al fangoso suelo. Otro aspecto a destacar es su fruto, algo parecido a una vaina, color verde, de aproximadamente 15 cm. de largo, que envuelve una semilla germinada y que al caer verticalmente en el lodo, se convierte automáticamente en una pequeña plántula lista para crecer.

El mangle blanco o bobo clasificado como Laguncularia racemosa, carece de estas raíces tan peculiares, sin embargo casi siempre se halla íntimamente asociado con el mangle rojo, por lo que si no se tiene la experiencia necesaria o no se observa adecuadamente, pueden llegar a confundirse. Son árboles que también superan los 15 metros, pero cuyas hojas son casi perfectamente elípticas y opuestas entre sí, presentando un llamativo color rojizo en la porción que articula las hojas con las ramas (pecíolo). Los frutos son algo parecidos a los que produce el almendro (Terminalia catappa), pero mucho más pequeños, pues no miden más de 2.5 cm. de largo.

Por su parte, el mangle prieto, que puede ser conocido también como saladillo y cuyo nombre botánico es Avicennia germinans, es quizá la especie menos abundante y frecuente en las lagunas de nuestro Estado. Quien lo ve, con justa razón diría que éste se debería llamar mangle blanco, pues su follaje es completamente grisáceo, casi blanquecino, no obstante, el nombre le ha sido dado por la coloración bastante oscura de su tallo.

Y por último, el botoncillo, que tiene por nombre científico Conocarpus erectus, es la especie de mangle que crece en la zona más seca de las lagunas, prácticamente en lo que llamamos “tierra firme”, además de encontrársele en playas, colindando con el mar, como es el caso de algunos arbolitos que hemos visto en sitios como Cayaquitos en playas de Papanoa, municipio de Tecpan de Galeana, en la Isla La Roqueta, en Acapulco y en Ixtapa, mpio. de José Azueta. Su principal característica son los frutos esféricos, en forma de botones de alrededor de 1 cm. de diámetro, de color café rojizo y que llegan a formar grandes y llamativos racimos.

En nuestro Estado los manglares están siendo afectados por varios factores, como son la extracción irracional de madera para ser usada en la construcción de cabañas de uso turístico, edificación de viviendas, leña, construcción de cercos, por una incorrecta práctica de la acuacultura y por el vertido de las aguas residuales generadas por los grandes centros de población, las que sin tratamiento alguno arrastran consigo hasta las lagunas costeras toneladas de sedimentos, así como contaminantes biológicos e industriales.

Sin embargo, como en la mayoría de las especies amenazadas de Guerrero, el mayor riesgo que enfrentan los mangles lo constituye la presión ejercida por las empresas desarrolladoras de unidades habitacionales y de grandes proyectos turísticos, gracias a los cuales (y ante la complacencia de algunas autoridades) año tras año se pierden amplias extensiones de manglares, tanto por la tala de sus árboles, como por los rellenos que se realizan en zonas de humedales con tierra y escombros, para ampliar la superficie de construcción y naturalmente, obtener mayores ganancias, aunque tarde o temprano los futuros propietarios de estos inmuebles queden expuestos a inundaciones que pondrán en peligro no sólo su patrimonio, sino incluso sus vidas y las de sus familiares.

Pero Usted se preguntará, ¿qué importancia tienen los mangles para que su afectación sea un delito castigado tan severamente, como el caso de la tan escandalosa destitución del Delegado de la SEMARNAT en Quintana Roo, ocurrida hace apenas unos meses por la presunta autorización de proyectos que han devastado los humedales en aquel Estado (porque en el nuestro “afortunadamente” no existe algún precedente similar).

Existen muchas razones que justifican la lucha por la conservación a los manglares, tantas que no sólo en México, sino a nivel mundial se han promulgado leyes que protegen este tipo de ecosistemas. Entre los servicios ambientales que proporcionan los manglares destacan: 1) la conservación de la biodiversidad, brindando sitios seguros de anidación, reproducción y crianza para la fauna silvestre, terrestre y acuática; 2) la protección de la costa de los efectos dañinos causados por huracanes, al constituir barreras vivas que atenúan la fuerza de estos fenómenos que llegan a causar verdaderos desastres sobre la población humana asentada en la línea costera y 3) la aportación de los nutrimentos necesarios que mantienen la productividad en las aguas costeras y que a su vez se traduce en una mayor abundancia de los productos que se extraen del mar.

Por eso, amigo lector, ahora que ya aprendimos un poco más acerca de esta maravilla natural que posee nuestro Estado, lo invito a difundir este conocimiento, indagar más acerca del tema y por supuesto, a que visite junto a su familia, amigos o alumnos, uno de estos ecosistemas, seguramente habrá uno cerca de su ciudad, conozcan y cuiden juntos a nuestros amigos los mangles. Pero, por favor no olvide llevar además de una buena cámara fotográfica, un mejor repelente para mosquitos, le aseguro que lo necesitará. Hasta pronto.